La temperatura del día, como la de la mayor parte de los días de lo que ahora ya no me parece sin duda por el paso del tiempo, aquel insufrible, eterno y maldito verano era cálida; daba igual donde estuvieras. Caía un calor abrasador, la gente de manera sustancialmente diferente a mi, parecía disfrutarlo. Los malditos niños se bañaban y gritaban frases absurdas, los padres hablaban en corrillo sobre como quitar pañales y como eso les había echo mejores personas mientras yo, con un libro me sumía en mi mundo. Un mundo tan nítido y tan real que no podía ver el exterior, de echo todo lo que ocurría en mi exterior lo analizaba según mi interior, con lo que al final no había ningún exterior, solo yo.
Cerré los ojos e intenté relajarme. No podía, así que me fui a bañar en la piscina, iba andando y sentía el calor abrasador en mis pies. Toqué el agua, parecía fría. Me eché hacia atrás, bueno estaba claro que como no me impulsara y me tirara no me iba a meter así que eso hice. Me impulsé y me tiré, cerrando los ojos, sentí el agua fría corriendo por mi cuerpo y sentí que me introducía en la más absoluta, oscura y solitaria profundidad que me rodeaba.
No abrí los ojos mientras caía al agua ni cuando salía de ella, sólo las abrí cuando ya estaba totalmente fuera y sentí ¿era posible?...frío. Mucho frio.
Abrí los ojos, lo que vi me asustó tan profundamente que mi corazón empezó a acelerarse muchísimo: era invierno, no había gente, las hojas estaban en el suelo, los árboles llenos de ramas huecas, no había escaleras y el agua era negra, congelada en algunas partes debido al frío. Tenía un ataque de ansiedad cuando vi esto, no sabía como había pasado ni como era posible que el agua se hubiese vuelto negra. Empezó a llover y yo, en medio del frío e incluso de la lluvia fangosa que formaba ahora mágicamente el agua, me abrí paso y tuve que echar acopio de fuerza para subir un bordillo. Salí, a duras penas, con el agua negra chorreando por mi cuerpo e impregnada de frio. Intenté buscar alguna explicación. Era un sueño ¿verdad? ¡ERA UN SUEÑO! Eso era, me iba a despertar ahora. Justo ahora, ya. Pero no me despertaba. No había ni un alma, era invierno puro y duro, hacía un frio espeso y el agua estaba negra. Vi con asombro que se congelaba poco a poco mientras la lluvia se volvía más fuerte e intensa. No sabía donde ir, incluso empezaron a caer truenos y rayos asi que mi idea de ponerme debajo de un árbol me pareció inútil. Vi mi toalla justo en el lugar en el que había estado sentada. Fuí corriendo, unas manos de tierra, surgieron del escaso césped que el invierno había tenido la piedad de dejar y me agarraron por los pies. No podía moverme, era tan real, me puse a gritar y después de lo que a mi me pareció una eternidad oí el silencio. No me atrevía a abrir los ojos. Aún no. No podía. Tenía miedo, sentía como si la propia tierra me engullera sin permiso, sin intención de dejar que volviera a salir o a sobrevivir. Todo estaba ya perdido.
Abrí, poco a poco los ojos, volvía a estar dentro de la piscina y esta vez era una dualidad lo que la formaba: una parte estaba llena de niños, de una piscina azul y apetecible y en la otra estaba yo, en invierno eterno, en miedo absoluto, en frialdad amenazadora, atrapada eternamente en aquella agua congelada. Me puse a gritar pero nadie me escuchaba, nadie oía mis palabras, era como si no me vieran. Como si no existiera.